Una vez que iba con una amiga por el campo, mientras hablábamos de nuestras cosas nos paramos al ver unos perritos. Los cogimos y nos fuimos andando. Al rato miramos para atrás y vimos un perro que nos seguía y estaba llorando. Le preguntamos:
- ¿Qué te pasa? Pero claro los perros no hablan.
Nos agachamos con los perritos y el perro empezó lamerlos. Me cogió el pantalón con los dientes. Entonces le dije a mi amiga:
- ¡Vamos, vamos! Le seguimos y nos metió en una cueva. Allí vimos a la madre de los perritos muerta. Entonces se agacharon todos los perritos y mi amiga y yo le echamos una manta encima. A partir de ese día siempre íbamos a cuidarlos y darle de comer.
Escrito por Natalia Puga García
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